¿Por qué el streaming ya no nos satisface?

Publicado por: Capellán Strauss Belial (14 de dicembre, 2023)

Tiempo de lectura: 9 minutos


Los servicios de streaming se ofrecen como el epítome de la comodidad, pero hay algo ilusorio en ello. Se supone que nos ofrecen comodidad, satisfacción y entretención. Y posiblemente nos logremos entretener en algunas ocasiones, ¿pero es realmente una experiencia satisfactoria?

La tiranía del streaming, la extinción de la experiencia de la música o el cine en casa y la cuenta regresiva para poder recuperarla

Imagen por Mohamed Hassan (Pixabay)

La experiencia del formato físico

Vi un video en YouTube del canal “Optic Lure”, donde el tipo explica su punto de vista acerca de los formatos físicos. Se centra en los videojuegos y cuenta la historia de cómo fue comprar una edición especial de Resident Evil 2. Y creo que solamente esa historia logra explicar esto de la mejor manera. Pero como no todos saben inglés o no todos tienen mucho tiempo, la resumo:

El autor del video es un fanático de la saga de Resident Evil desde que era un niño. Y a pesar de que se moría de ganas por jugar este tipo de juegos, sus padres no lo dejaban (por ser juegos para adultos). Así que terminaba jugándolos en las casas de sus amigos. Pasaron los años, se lanzó el remake del Resident Evil 1, lo compró y revivió su pasión por la saga, y sus ansias se dispararon cuando se anunció el remake del Resident Evil 2. La espera fue larga, pero al final el día anterior al lanzamiento, ya tenía pagada una preventa en una tienda local.

Sin embargo, estaba demasiado emocionado por poder tener su copia de Resident Evil 2 Remake y no podía ni dormir. Así que tomó la muy sensata decisión que cualquier millenial tomaría: emborracharse (?) En realidad no era su intención, pero sí se levantó con una resca espantosa al otro día. Sin embargi, sintiéndose enfermo y todo sacó su camioneta destartalada y partió en camino a la tienda, que estaba al otro lado de la ciudad. Tuvo que parar en mitad del camino a buscar algo de comer por sentirse mareado del hambre y la resaca, casi devuelve todo lo que comió al hundirse en un bache gigantezco y temió por sus pertenencias al tener que pasar por un barrio peligroso. Y a pesar de todo eso llegó a la tienda y logró encontrar su copia del juego.

Llegó a casa, cerró todas las cortinas, se preparó un snack, se sentó frente a la consola y se dispuso a finalmente jugar el juego que tanto anhelaba.Y mientras estaba sentado mirando el control, tomó consciencia de todo lo que había pasado, la satisfacción y la emoción de finalmente tener el juego en sus manos, y se dio cuenta que todo valió la pena.

Esa anticipación, el acto de salir a la calle e ir a buscar algo, de “llegar” a tu casa y disponerte a disfrutar algo que requirió de tiempo y esfuerzo, es algo que el streaming eliminó. De hecho el autor del video reflexiona, muy acertivamente, lo siguiente: ¿por qué todos recuerdan con nostalgia Blockbuster si, siendo honestos, no es tan “práctico” como una plataforma de streaming? ¿Alguien recuerda el acto de ponerse a ver una película nueva en Netflix con nostalgia y lo atesora como un recuerdo?

Yo al menos recuerdo como si fuera ayer casi todas las películas que arrendé en Blockbuster. Puedo recordar de cada una cómo fue el ir a buscarla, el escoger algo para comer, el caminar de vuelta a mi casa conversando con algún amigo, pareja o familiar, acerca de qué he escuchado de esa película, y tanto más.

La recuperación de una experiencia perdida en la nostalgia

Hace unos meses dejé de pagar por servicios de streaming. Para películas y series recurro a la piratería; los sagrados shareholders de los grandes estudios de cine y televisión me importan siete yardas de corneta. Y para la música, como aún los artistas están relativamente cerca de la ganancia, tengo un servidor propio en mi casa desde donde me streameo discos digitales o físicos rippeados que sí compro, idealmente directo de la o el artista.

Y a raíz de eso me pasó algo inesperado. Me percaté de dos cosas, para ser exactos…

Por un lado descubrí que había olvidado por completo la experiencia de escuchar un disco o álbum. Poner un disco y escucharlo de principio a fin tal y como la o el artista lo ideó, es alucinante. No por nada uno cuando era chico podía echarse en la cama y dedicarse solamente a escuchar un disco y nada más. La tiranía de las playlists redujo las obras a pequeñps snippets en secuencia, uno tras otro, sin valor, convirtiéndose en un stream de ruido blanco rítmico, despreciando y eliminando la intención y la experiencia artística.

Y por otro lado, el hecho de que para escuchar un disco en particular lo tengas que comprar, hace que una vez que lo tienes, se sienta especialmente valioso (cientos de veces más que el precio real), y se percibe como una novedad, o un panorama. Hoy en día cada vez que compro uno, termino escuchándolo varias veces completo a lo largo de varias semanas. Cada canción se siente especial, incluso por la anticipación que se siente cuando se está terminando la anterior.

Toda esa experiencia la anula el streaming. Es cómodo, sí, relativamente. Pero esa comodidad no se percibe, se normaliza, y el único resultado final que adquirimos es opacar nuestras experiencias, eliminando el goce completo de disfrutar obras plenamente. No por nada ha renacido y está en auge el mercado de los discos de vinilo.

La inminente muerte de la explosión del streaming privado

En un inicio Netflix o Spotify lo era todo y todo estaba ahí. Pasaron los años y surgen cada vez más plataformas, diluyendo esa aparente comodidad inicial. Pero nos alcanzaron, nos hicieron dependientes y ahora, aunque la calidad del servicio sea cada vez peor, junto con producciones cada vez más plásticas, la mayoría de las personas siente que no puede salir de ahí. Atrapados en una foza de FOMO*, no saben que existen salidas. Y lamentablemente mientras estas salidas no se masifiquen y las personas se enteren de su existencia, la experiencia seguirá degradándose mientras los inversionistas sigan estrujando hasta la última gota posible en desmedro de géneros artísticos completos.

¿Cuándo terminará de colapsar ese sistema? ¿Cuándo soltarán de su secuestro a la experiencia del arte?

(*): del inglés “Fear Of Missing Out”, o “Miedo a perder algo”. El miedo a perder lo que podría obtenerse, llegue ello realmente o no. Ejemplo: miedo a dejar de ver una red social por miedo a perder algún mensaje de un cercano, aunque existan otros medios o los algoritmos no nos muestren nunca esos mensajes realmente.